… ese debe ser mi lema. Al igual que el fallecido Julio Anguita decía de la política con su «programa, programa, programa», yo debo volver a mis orígenes.
viernes, 26 de junio de 2020
Y es que mientras observaba cómo se iban recuperando los mensajes de la empresa en G Suite -algunas cuentas tienen casi cuarenta mil mensajes- he estado pensando en cómo me estaba desviando otra vez y lo caro que iba a pagarlo por mucho resumen que enviase y mucha letra que echase aquí.
En el otro proyecto en el que estoy implicado y que avanza mucho más despacio no tengo ese problema. Me hice unos mapas mentales al comienzo, los imprimí y los puse encima de todas las anotaciones que estaba creando para resolver problemas o añadir nuevos, según me diese ese día. Y cada vez que me desespero recurro al diagrama y miro lo que tengo y lo que me falta.
Aquí no. Aquí llevaba un planteamiento en solitario y las últimas semanas me he limitado a reaccionar a lo que viniese. Por ejemplo ahora mismo con los backup de los buzones: se me han ocurrido de pronto como tres proyectos derivados de la información que hemos creado en las interacciones de correo electrónico. La primera y más obvia es la de obtener agendas de contactos que luego pudiesen asociarse cómodamente a los usuarios. Y me paro a pensar y veo que mola, que la cosa puede resultar muy cuqui, y que lo agradecerán en algún momento del futuro. Al menos durante unos segundos, cuando encuentren ese dato que les faltaba, y para el que habré echado decenas o cientos de horas. No sé si me compensa desviarme tanto.
Así que voy a recopilar las notas y los distintos diagramas y voy a declarar algo sólido como objetivo alcanzable. Luego iré a por él con paciencia depredadora. Eso es.