… y te llevas auténticas sorpresas. En mi caso agradables porque se trata de mi hija Laura de 9 años, pero creo que hubiese mostrado la misma perplejidad si se tratase de otro.
Vale, de acuerdo, lo mismo exagero y no es para tanto. O sí.
Pongámonos en situación: Laura está haciendo los deberes y nosotros la acompañamos en ese calvario diario que tiene la pobre. Como le distrae el paso de cualquier neutrino su ritmo de trabajo se acerca bastante al de la deriva continental. Cualquier recuerdo o asociación que tenga en esos momentos, y que no guarde relación con la tarea entre manos, adquiere prioridad uno en su planificador de procesos y no se corta en preguntarte a bocajarro.
En este caso al que me refiero nos estuvo hablando de las peculiaridades de su tutora. Es una profesora un tanto particular, con altibajos emocionales e ideas que encuentro chocantes: tiene alumnos favoritos y otros que no lo son y lo demuestra claramente.
En mi opinión lleva a los niños con una táctica de recompensa-castigo público que no me me parece buena, pero tampoco soy un experto en aprendizaje, y ya sufrí lo mío con profesores del tipo sociópata. Prefiero observar un tiempo más antes de juzgarla y sentenciarla: lo mismo le funciona. Lo único que me preocupa realmente es que Laura la idolatre, aunque ahora mismo ya está cuestionándola así que el peligro parece haber pasado.
Como decía estuvo contándonos cosas y su madre, al terminar Laura, le dijo que tendría que aprender a vivir con ella, que son dos trimestres más los que quedan y que debería bastar con portarse bien. ¿ Portarse bien ? Me saltaron las habituales alarmas y me dije: ¿ no estaremos enviándole el mensaje equivocado ?
Así que me puse en plan académico y le espeté: Más que portarte bien, Laura, lo que debes es hacer lo correcto. ¿ Sabes cuál es la diferencia ? Y me preparé mentalmente para darle una analogía que le sirviese de ejemplo. No hizo falta. Laura me contestó lo siguiente:
– Sí, pater. Es como si vivieses en un sitio y estuviese prohibido salir de casa de noche y hubiese un incendio en la casa. Si sales y te salvas haces lo correcto. Si te quedas y obedeces, y te mueres, te has portado bien.
Y ahí me quedé con la cara de bobo. Entonces, ¿ lo ha entendido ? ¿ Ha aprendido ya que todo lo que es legal, lo que es bueno, no tiene por qué ser correcto ni estar bien ?
Jeje… vaya, que te quedaste igual que estabas. La salida es cojonuda, aunque viniendo de Laura no me extraña. Pero aunque parece claro que lo ha entendido, eso no significa que haya interiorizado las complicaciones y los dilemas morales que se encontrará según crezca por culpa de esa cosa tan simple como distinguir «lo que está bien» de «lo correcto».
Me ha encantado lo de «Sí, pater», por cierto :)
Por cierto, se me ocurre una pregunta que le puedes hacer a Laura si encuentras la ocasión. El ejemplo que te puso es bastante simple, en tanto que el «dilema moral» que se plantea solo tiene consecuencias para uno mismo: si te quedas en casa has obedecido (aunque la palmes), y si sales te salvas pero «no te has portado bien». Me pregunto si Laura se ha planteado la misma situación cuando hay otros involucrados. Por ejemplo, si caminando por la calle ves un edificio en llamas con una persona dentro. Te han prohibido arriesgar tu vida, pero está claro que si llamas a la policía no llegarán a tiempo. Así que si entras a salvar a la persona haces lo correcto, y si no lo haces te has portado bien. Lo que me intriga es si ha tenido en cuenta esta situación, y te puso el otro ejemplo porque es más simple y fácil de entender, o si no se le ha pasado por la cabeza.
Y ya que estamos, me pregunto si ya has expuesto a Laura a las Tres Leyes de la Robótica. Con 9 años ya se puede ir leyendo a Asimov, aunque sean las historias cortas. Por aquí Mein Mann me dice que lejos de él decirte qué debes mostrarle a tu hija, pero que si no lo has hecho, en qué co*ones estás pensando :D
¡Besos!
Hum … buena reflexión. Yo tampoco tengo claro si ha llegado a interiorizarlo o no, me basta con que vea que existe la posibilidad para que no acepte a ciegas cualquier cosa «escrita».
Y lo de «pater» es una costumbre que ha adoptado según leemos los libros de Flavia Gémino. Tenemos una inmersión total en el mundo romano desde hace meses. Acabamos de hacer una pausa para ponernos con la última de Tiffany Dolorido, del maestro Pratchett que la vuelve loca. Si es que hasta pilla los chistes al enana.
Me apunto la cuestión para cuando tenga ocasión de estar con ella a solas y tranquilo. Las vacaciones de Navidad la tienen un poco atontada y tengo que esperar mi momento.
Y sí, tengo los libros que mencionas de Lucky Star y tropecientos mil más de Asimov. Quizás sea el momento de intentarlo, ya ha leído cosas más «complejas» literariamente hablando.