Tardamos un poco en salir de casa; sobre las nueve y media cuando yo había planeado hacerlo a las siete.
Llegamos sin problema al puerto de Cotos y, tras tomarnos un café, visitamos el punto de información de Peñalara. La idea era hacernos alguna de las rutas que subían hasta las lagunas pero tuve que desistir porque Kayra tendría que ir atada todo el camino y yo no estaba de humor.
La chica de información (muy profesional, por cierto) me indicó varias rutas que podía hacer fuera de la zona y donde el perro podría estar suelto. Me decidí por intentar la ruta PR-M/SG 3, con bastante subida al comienzo y que no pude terminar porque, tal y como me advirtió, si andaba despistado podría perderme en cierta zona del trayecto. Así fue, y luego descubrí que me había dejado el agua en casa. En fin.
Decidí intentar la exploración en el Bosque finlandés, en Rascafría, porque el nombre me llamaba mucho la atención, y lo cierto es que el lugar es muy bonito. Un bosque denso y lleno de senderos y sendas que incluye un pequeño lago y estoy seguro de que más cosas que no me dio tiempo a ver. Demasiado visitado en mi opinión pero es que el día era estupendo y estaba más o menos de camino a unas piscinas naturales por lo que el tránsito de familias y grupos estaba asegurado. No, no pude verlas bien porque para variar el bicho no puede entrar.
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Algunas de las imágenes del bosque finlandés que pude tomar:
Como tenía de ganas de explorar más, y dado que ya tenía agua, quise intentar de nuevo la ruta que he mencionado antes. Y no, me detuve en la carreta M-604, en una pequeña área de descanso donde veía varios automóviles. Curioseando encontré una pequeña bajada, a la vera de un arroyo, que terminaba en un camino rural considerable. Allí también había una pradera junto al río Lozoya y era un lugar tan tranquilo que dispuse el pequeño campamento y estuvimos picoteando un rato los dos. Luego llegó una vaca (o un toro no estoy muy seguro) y la cosa se complicó. Ni Kayra ni el bovino se toleraban y tuvimos, otra vez, que desmontarlo todo y movernos de sitio.
Por cierto que estuve probando la nueva mochila y lo cierto es que es una pasada. No sólo la encuentro muy cómoda a pesar de lo aparatosa que parece si no que el estibado está genial. Nada se mueve dentro por lo que al rato de cargar con ella prácticamente te olvidas. E incluso por fin me cabe la botella de agua en un lateral; basta con contorsionarme un poco para acceder a ella sin quitarme la mochila. Ahora estoy intentando ver cómo encajo la cantimplora para lo mismo.