Teatro: Dignidad

Ayer fui a ver esta obra en el teatro Marquina. No era el mejor de los días para mí, estaba delicado, pero me sentó mejor de lo que esperaba.

Toda la acción se desarrolla en un único lugar, un sitio con una ambientación precisa, plagada de cosas que no molestan pero dan carácter, de un despacho de sede de partido político.

La trama no es ni más ni menos que una discusión al final de la jornada de trabajo entre dos antiguos compañeros de política que están a punto de alcanzar el poder. Empieza suave, con anécdotas y detalles casi triviales, y va tomando poco a poco un cariz serio y hasta definitivo.

Te puedes imaginar la misma discusión en diferentes partidos los últimos cuarenta años, y eso es lo que la hace demasiado realista; cuenta la historia de la pelea entre los ideales políticos de uno y la corrupción personal del otro, siempre envueltas en la excusa del bien mayor y la recompensa por tanto trabajo.

El final fue algo que no me encajó. Demasiadas explicaciones en unos minutos y otro formato, el audiovisual, de algo que no era necesario. Podría haberla dejado en el punto en el que abandonan el escenario, con preguntas que no hacía falta responder, pero el autor prefirió añadir un toque final que en mi opinión sobraba.