El sábado Laura y yo fuimos a ver esta obra en Madrid. Ella regular porque estaba terminando un proceso gripal y yo porque empecé a perder las ganas de ver esta obra días atrás. Algo me decía que no. Pues resulta que sí, y mucho.
Cuenta la historia de dos mujeres que salen tarifando de una reunión de antiguos alumnos y esperan transporte (taxi o similar) para volver a casa. Sin embargo ambas cambian de idea y se van a recorrer la noche y a cerrar todo lo que encuentren abierto, beber y bailar y hablar.
Ambas tienen algo difícil que afrontar al día siguiente y hablan de ello y siguen pimplando hasta acabar en una catarsis entre ellas, cada una por su cuenta y hacia el público.
Como van a garitos más bien raros se encuentran con una brecha generacional que da pie a una de las mejores frases que he escuchado en mucho tiempo. Cuando una de ellas se lamenta de que ya no es su tiempo, que están fuera de lugar, la otra le responde que no, que el tiempo no tiene propietario. Que el tiempo ahora es y ha sido siempre su tiempo, el de ellas. Y que es no cambiará. Me hizo pensar mucho. Una cosa es que limites el alcance de ese tiempo al que te refieres, otra es que según cumplas años te vayan relegando a los tigres poco a poco, porque ya no es «tú momento». Y una leche.
En fin, que las actrices hacen un papel genial, que el texto es muy bueno y que la puesta en escena es acogedora y sencilla. Como debe ser.