Cesta IV

Arte cicládico

Soñador

Esta figura de barro cocido, quiero creer que representando a un hombre soñando, consta entre mis pertenencias desde hace tres lustros más o menos. La traje de un viaje por las islas griegas como «souvenir» barato, y porque me gustaban mucho sus rasgos indefinidos y su postura, y la situé entre mis libros más delicados, aquellos que por viejos y mal atendidos están en estantes tranquilos y apartados; y aún así sufrió un accidente y perdió un trozo de cabeza. Vaya.

Con ella vino también un colgante en plata del mismo estilo aunque diferente postura y que perdió un descuidero un día tonto. Desde entonces he estado buscando sin ningún éxito quien pudiese hacer y venderme una joya o un objeto del mismo estilo; si encontré una tienda en el Madrid antiguo que se dedicaba a reproducir joyas arqueológicas en materiales más baratos pero no tenían nada parecido ni yo un modelo fiable que mostrar.

Y nada. O casi nada hasta ahora, porque acabo de descubrir que el arte que la creó se llama cicládico y no micénico como pensaba inicialmente, ni minóico como creí descubrir más tarde. Hace unos días, en una de esas batidas por la red encontré datos de ese estilo artístico en la wikipedia y tirando del hilo llegué a un trabajo de arte griego en el famoso rincón del vago y sabiendo que en inglés se dice cycladic he encontrado otro buen puñado de lugares que tal vez me permitan recuperar sus formas para mi casa.

Está el museo griego de Arte cicládico con una estupenda tienda, un taller llamado Horus en Bilbao que realiza reproducciones de antiguedades y otra tienda más un tanto extraña llamada Talaria que sí que tiene en su catálogo una figura de un pensador muy similar a la mía.

Soñador IISoñador IIISoñador de perfil

Aunque la definitiva parece ser una tienda en Londres llamada It’s All Greek, que vende estupendamente por Internet (aceptan Paypal y tienen un personal atento y simpático), y que está situada físicamente frente al Museo Británico. Este museo es junto al Imperial de la Guerra uno de los mayores motivos que tengo y tendré para visitar Inglaterra alguna vez.

Colegio público Guillermo de Osma

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Situado al comienzo de la calle con el mismo nombre, en la ciudad de Madrid, fue donde cursé estudios básicos, la EGB, y pasé toda mi infancia. ¿ Toda ? No, en realidad estuve unos meses de espanto en un colegio cercano llamado «Miguel de Unamuno» del que por edad solo tengo recuerdos fragmentados y extraños; se decía que había sido un cuartel o una cárcel, tenía un gran patio y las clases las recuerdo grandes, con suelos inclinados y pupitres fijos con cajonera.

Bien, el caso es que siempre he querido saber por qué mi colegio, el Guillermo de Osma, estaba en una casa de pisos, sin patio alguno, y con aulas tan pequeñas. Únicamente tenía balcones a los que teníamos prohibido asomarnos por riesgo de caída, tanto del balcón al completo como de nosotros individualmente. He buscado también en la red las listas de alumnos para encontrar a antiguos compañeros, pero supongo que estarán almacenadas en algún sótano del ministerio correspondiente y nadie se habrá molestado en digitalizarlas.

Hoy por casualidad he llegado a un documento que cuenta la historia del colegio Miguel de Unamuno y que, editado por el AMPA (Asociación de Madres y Padres de Alumnos) del mismo parece responder a esas preguntas. El documento puede encontrarse aquí y el párrafo que cuenta es el siguiente:

Pero aquel edificio creado para impartir magistrales lecciones de gramática, ortografía y
aritmética a unos escolares ávidos de una formación hasta entonces dispersa en pequeñas
agrupaciones sin ninguna solidez, se vería muy pronto desmantelado para asumir unas funciones muy
distintas a las que fue creado. Una guerra mal llamada Civil, marcaría tres años de una vida difícil y
complicada para sus nuevos habitantes. Cuartel de reclutamiento, hospital de campaña y hasta
cárcel en sus últimos días, harían del Miguel de Unamuno a finales del 39 un recinto desguarnecido,
arrasado y muy distinto del que tan sólo seis años antes se alzara majestuoso en aquella barriada de
Legazpi al amparo del Matadero Municipal y del Mercado de Frutas y Verduras en el extrarradio de
Madrid.

Es decir, era verdad que había sido un cuartel. Y también cárcel. Pero fue diseñado como colegio desde el principio, en el año 1933, junto con otros cinco.

Años difíciles y largos para restablecerse de los
zarpazos de un conflicto bélico. Se habilitaron pisos
diseminados por el barrio para convertirse en
improvisadas aulas en la calle Guillermo de Osma,
Batalla del Salado y Santa Isabel, dependientes del
Patronato de Suburbios, donde unos maestros fueron
recuperando paulatinamente sus puestos de trabajo
tras la Depuración en la posguerra. Hasta bien

¡ Eso es ! Las clases de mi colegio parecían habitaciones porque eran habitaciones. Por lo visto no fue suficiente la puesta en marcha del Miguel de Unamuno y al menos el Guillermo de Osma permaneció durante muchos años más como colegio público. Supongo que con el tiempo volvió a sus orígenes y fue rehabilitado a tenor de las imágenes que he podido encontrar en la red.

2 thoughts on “<span>Cesta IV</span>”

  1. @Ángel : Muchas gracias por el apunte. Acabo de conseguirme una copia en digital porque estoy seguro de que tengo en casa una recopilación suya pero debe estar en en el nivel 2 de la biblioteca.

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