Tras un pequeño paréntesis retomo un poco la actividad del blog con una entrada que complete la semana de vacaciones que tuvimos Laura y yo a comienzos de Agosto.
Jueves
Este fue el día del Museo de Ciencias Naturales, al que pudimos llegar bastante pronto y del que salimos pronto también. No estoy muy seguro de que tengan que existir museos con ese estilo en estos tiempos, porque el pobre parece tan apolillado como algunos de los animales disecados que tiene en su sala principal, y la atracción que ejercen sobre los niños es, en el mejor de los casos, suave. Existen salas interesantes, desde luego, como la del calamar gigante porque puedes contemplar muy bien tanto la reproducción como el original y llama mucho la atención lo bien que están ambos.
Al final no tardamos en recorrerlo puesto que también tenían parte del museo cerrado por obras (para variar). Antes de salir, por supuesto, visitamos la tienda y compramos un juego de figuras de plástico representando una tribu Cro-Magnon y unos cuantos bichos de la edad del hielo.
Comimos otra vez en casa de los abuelos y realicé mi segunda asistencia informática. Esta vez descubrí que el antivirus que tenía instalado era una solución completa y que desactivaba el cortafuegos de Windows para instalar el suyo propio sin decir esta boca es mía. Ya podía yo estar buscando el por qué el programa de correo no era capaz de abrir conexiones con los servidores IMAP y POP3, si no tenía una mísera pista de ello. Otra de esas ideas que algunos admiran y que a mí me chirrían mucho.
¿ Un cortafuegos no es algo suficientemente global en un sistema como para que tenga su propia y única herramienta de administración ? Vamos, que no es poca cosa el que algo que sea capaz de cortar todas las comunicaciones entrantes y salientes de todas las aplicaciones lo pueda instalar cualquier programa en la máquina sin decir ni mú. Tuve suerte al resolver ésto, porque las ganas me habían abandonado días atras.
Viernes
Teníamos que haber ido al Museo de Ciencia y Tecnología pero estábamos algo cansados y decidimos entre los dos visitar la biblioteca municipal León Tolstoy y allí encontramos toda la colección de libros de Coco, Canela y Anís; tienen tan buen argumento y tanta extensión (43 páginas el primero de ellos) que nos los pasamos muy bien leyéndo. Laura llegó a leer tres libros completos; yo me ocupé de uno de los últimos puesto que lo elegí yo y resultó ser un cuento ambientado en el Tibet un tanto rollo pero con muy buen dibujo.
Por la tarde descansamos y luego salimos a cenar fuera con su madre.
Sábado
No, esta vez nuestra semana solos había terminado pero a mí me tocaba la tercera asistencia informática de la semana, esta vez en el estudio de arquitectura de mi cuñado. Como odio el Windows, de verdad, porque para mundos innecesariamente complejos ya tengo Linux y sus últimas andanzas, pero al menos con éstos estoy mucho más seguro de dónde estoy pisando que con los productos de Microsoft que, además y en éste caso, no tienen todas las licencias al día que digamos.
El caso es que me enteré de que existe cierto error en una máquina Windows XP con SP3 y un único usuario que es el administrador encima, y que no tiene la contraseña correcta y no sé qué leches más. En este caso parece que la contraseña no estaba definida pero si que lo estaba. Todo un lío que resolví siguiendo escrupulosamente las instrucciones encontradas en unos foros dedicados.