… y casi parece mentira que haya durado tanto.
Cuando el proyecto comienza en el año 1983 yo aún no había aprendido a programar, pero sí que empezaba a oir hablar de ordenadores personales. Aficionado a la ciencia-ficción esperaba encontrarme con ellos más pronto que tarde y vaya sí lo hice. Como para quejarme.
Recuerdo que la creación de programas me producía una sensación similar a la lectura de libros. Con ninguna de las dos iba a estar sólo nunca más, pero escribiendo software las posibilidades me parecían mucho mayores.
Tiempo después me encontré -en mis primeros trabajos- con el secretismo, la cerrazón y el todo-por-la-pasta de las empresas de informática en España. Éramos y parecíamos una secta misteriosa. Todo era carísimo, todo estaba etiquetado como alta tecnología (supongo que para horror y espanto de más de un ingeniero) y todo se trataba como un producto muy especial: aquél que te vendían y sobre el que no te garantizaban una leche.
Si funcionaba, bien, si no funcionaba también bien: pagabas la reparación, el cambio, el mantenimiento o las tres cosas al mismo tiempo. Poco a poco, golpe a golpe, aprendí que la mayor parte del software que nos vendían era auténtica basura a precio de angula; había que aprovechar el momento y vender ordenadores y programas como coches o tostadoras, nadie tenía mucha idea de qué era en realidad escribir programas de ordenador. Todo se enfocaba hacia un producto que podías empaquetar, cuando la realidad te indicaba que era -que es en realidad- un proceso, con un principio titubeante y un final absolutamente desconocido.
Descubrir que existía algo como el proyecto GNU primero y Linux después fue como ventilar una habitación que llevaba demasiado tiempo cerrada.