El domingo 25 de febrero Kayra y yo hicimos un viaje hasta la protectora de animales Huellas, de Ávila, para ver una camada de cachorros que habían recogido hacía unas semanas.
Los habían abandonado al nacer en algún paraje cercano y, por lo que sé, habían sobrevivido todos cuando los encontraron.
No tenía pensado adoptar uno ese día; quería que Kayra los fuese conociendo y dentro del plan habría varias visitas en los siguientes días. Pero la realidad se encargó de hacerme ver que eso iba a ser difícil. Kayra no podría entrar en el reciento de los perros y los cachorros estaban instalados al fondo de las instalaciones. Tina, la encargada, me dejó sacar fuera al cachorro que elegí hasta llevarlo donde Kayra esperaba (todo esto supervisado por ella). Y allí, como no parecía que hubiese ningún drama decidí que iría adelante con la adopción.
Y nos la llevamos después del papeleo y de abonar los costes de adopción. El resto de la semana ha sido complicado por los parásitos intestinales del bicho. Mucha suciedad, bastante medicamento y más gastos de lo que esperaba.
Pero no me puedo quejar. Tampoco puedo responder al asunto de si merece la pena porque no tengo ni idea. Me pasa lo mismo con mi hija, y al final resuelvo pensar que si lo hiciese por su valor no existiría. Y para tontadas las justas.
Un lanzallamas. A eso sí que podría decir que ha merecido la pena …