Pues sí, las próximas semanas tengo que dedicarlas a mudarme de casa. Y de vida. Y a ratos estoy asustado y a ratos no.
Acabo de terminar una lista de las cosas que debo hacer para el cambio de vivienda. No son tantas como creía, aunque reconozco que muchas son un resumen. Ropa, por ejemplo, agrupa un buen número de pequeñas tareas para completarla. Buscar, clasificar, lavar y empaquetar. Más el transporte.
Lo que más me afecta ahora mismo son los servicios. Con el gas sigo una pelea que ya creo que he perdido. Un bucle burocrático del que no consigo salir y que necesito que se resuelva si no quiero empezar las mañanas con duchas frías.
Y el acceso a la red. La compañía con la que tengo ahora la conexión es Pepephone; no tengo quejas de ellos en cuanto a comportamiento pero no es de gran calidad. Baja velocidad y llamadas de teléfono que no entran o no salen.
Y pasarme con armas y bagajes a la telefónica de toda la vida no me hace ninguna gracia. O todo va muy bien o será otra pesadilla. Además de que supongo que son los únicos que dan servicio allí y que me querrán meter a toda costa la televisión. Y yo que no, y ellos que sí, que qué voy a hacer con mi vida entonces, y yo que ya estoy bien, gracias, que no quiero me que salven de aburrirme, y ellos que si son cuatro duros, que es muy completa, que tendré fútbol y toros (o lo que esté de moda) y yo que al final me rendiré porque son cuatro duros y tendré cosas que ver y …. Bueno, que lo importante es que el acceso a la red sea bueno y rápido y no tenga que hacer cosas demasiado extrañas para acceder fuera y dentro.
Hoy voy a por lámparas para la sala de máquinas. Quizás consiga algo más si lo veo muy claro. Porque esa es otra, que no lo veo nada claro. Cuando pienso en el piso nuevo sólo veo a los bichos tensos e incómodos y a mí dando vueltas por allí y tomando decisiones por impulsos.
Veamos qué sucede.