Teatro: actuando en prisiones

Sí, hemos vuelto a actuar. Y sí, también en prisiones.

Esta vez han sido dos actuaciones que me han dejado agotado físicamente. Y es que ser pobres es un asco. Tienes que hacértelo todo tú solo. No mola.

Con la primera actuación hemos vuelto a Soto del Real. La actuación fue bien, unos más y otros menos, tuvimos bastante éxito como grupo. Bóvalo mola y sigo estando contento de haber formado parte de su creación y de su mantenimiento. Yo personalmente no me gusté. Y no lo hice porque llegué agotado a mis dos escenas. Todo el asunto logístico también recayó en gran parte sobre mí y ese día es malo según comienza. No duermo bien pensando en todo lo que puede fallar, empiezo pronto a envolver piezas del escenario y a cargar y descargar, siempre pendiente del teléfono por si hay alguna desgracia más de las que se han presentado ya. Luego llevas a la prisión las cosas, participas en las ceremonias de entrada que suelen ser paranoicas (no les culpo, pero …), descargas, montas, sales disparado a comer, vuelves, te maquillas, te vistes, pasas calor, no hay relojes (hasta que recuerdas que el Windows del portátil de sonido puede valer para eso), esperas, escuchas los ruidos del público mientras … sí, sigues pasando calor y no sabes cómo ni dónde ponerte … Luego todo comienza y es muy rápido. Has intentando concentrarte en tu personaje, meterte en él y tus compañeros lo malinterpretan y te interrumpen continuamente para saber si estás bien. Les dices que sí, porque son buena gente y está feo arrancarles trozos de cara a mordiscos, y vuelves a intentarlo …

Y nada, sigues sin conseguirlo. Y sigues pasando calor y nervios mientras escuchas con un oído, el que tienes funcionando en segundo plano) si el público cuchichea inquieto y si se ríe o no. Y de pronto te toca a ti. ¿Y el personaje? ¿Qué escena es? ¿Qué digo? ¿Tenía que salir con los hombros arriba o abajo?

Luego actúas. Intentas sobre todo escuchar a tu compañera, que las frases encajen en un todo y que no parezca forzado ni artificioso. Y terminas. Y sales. Y si es la primera escena corres que te las pelas para la segunda. Y si es la segunda tienes ganas de llorar y de que acabe todo y de que alguien desmonte el puto escenario y lo cargue y se lo lleve y lo descargue y … Dormir.

No sé por qué no he sentido alivio alguno. Ni me lo he pasado bien. Si pienso en ello me doy cuenta de que he envidiado a algunos compañeros que no mostraban nerviosismo ante las escenas ni ante el montaje ni ante nada. Porque si ellos improvisan e inventan texto, no se implican en la logística para nada (o a regañadientes) y todo les parece chupiguay aunque el escenario tiemble y amenace tragedia … ¿por qué cojones iban a estar nerviosos?

La otra actuación fue en Alcalá-Meco, módulo de hombres, la siguiente semana. En esa la cosa mejoró bastante y no estoy seguro de por qué. El público fue mucho más agradecido que en Soto (empiezo a pensar que en esa se lo tienen un poco creído) y la ayuda que recibimos de los internos (también llamados presos por todo el mundo) fue impecable.

El grupo también reaccionó mejor. No teníamos camerino y tuvimos que crear uno con biombos en un lado del escenario que estaría tapado con el telón. Llevamos un espejo, lámparas y alargadores. Todos, sobre todo las chicas, estuvieron muy bien.

Y sigo pensando que llegué tan agotado que no conseguí actuar ni medio bien. Mi mente, como en Soto del Real, estaba en otra parte: en desmontar, cargar, descargar, … Algo falla conmigo ahí.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>