Teatro: Lidia Fresneda

Y esta vez hablando de una obra en la que intervine en un pequeño papel. Escrita por Rafa, uno de nuestros compañeros de la asociación Bóvalo y las clases de teatro del grupo Carmen Martín Gaite en el pueblo.

Representamos la obra en la casa cultural (y teatro) del pueblo de Cerceda, municipio de El Boalo, un sábado por la tarde y tras unas cuantas desventuras porque digamos que el ayuntamiento no ha sido todo lo colaborativo que tenía que haber sido.

¿Y cómo fue? Bueno, pues fue. No puedo decir mucho más. A mí la obra no ha terminado de gustarme nunca. Al margen del estilo de escritura está basada en la obra Mariana Pineda de Lorca y es una de esas historias tristes que demuestran, otra vez, cómo este país (España dicen) trata a los suyos: mal y a destiempo. Un asco.

Y la representación tuvo muchos problemas desde el principio. Primero, el texto original era muy largo y el autor tuvo que acortarlo, lo que ya hizo que parte de la obra fuese muy lenta y poco entendible. Segundo, la interpretación fue a medias: ni era una lectura dramatizada ni era interpretada. Era una mezcla que a mí me pareció muy difícil de llevar a cabo y que no hizo que la cosa fuese a mayores. Tercero, la puesta en escena obligaba a todos a estar en todo momento en el escenario, sentados en sillas, y se hacía también aburrida para los que tenían que esperar a pasar a escena porque eramos parte de la escena fuese ésta cual fuese. La directora de la obra no tuvo tampoco muchas oportunidades; casi todos los días alguien venía con alguna idea nueva sobre cómo llevarla a al práctica y muchos de los que actuaron se relajaron muchísimo al no tener que aprenderse el papel y … bueno, que hubo demasiado intervencionismo bienintencionado y eso no ayudó.

Luego está el tema de las improvisaciones. No, joder, no se improvisa nada en una obra cuyo texto tienes delante y que tienes que leer. No se improvisa porque, primero, no sabes dónde lleva la improvisación dado que es precisamente una improvisación; segundo porque cuando se te acaba la inspiración tienes que volver a situarte en el texto para ver si sabes por dónde seguir. Y tercero, dejas a tus compañeros en bragas al no sabir cuándo le has dado el pie. Y eso hace que la cosa no fluya.

Ah, y al final las improvisaciones se cobraron su precio: el público se rió mucho en la escena final, la más trágica y triste, precisamente porque a algunos se les fue la mano e hicieron lo que quisieron. No lo conseguimos. Y no pasa nada. Si hay otra oportunidad lo haremos mejor. Espero.

O tendré que estrangularlos a todos por mucho que mi terapeuta me diga que no es mi papel. Razón no le falta, pero como lo haré por su bien, para que no sufran más, espero que pueda disculparme.