Cuando vio a su hija no pudo reprimir también un grito. La niña permanecía muy quieta, temblorosa, junto a una masa oscura, más grande que ella y cubierta de escamas, de la que salían pequeños tentáculos que se movían muy suavemente.
Ojos, pequeños ojos aparecían por toda su superficie. Sin orden aparente se abrían y cerraban. Y dos hendiduras, como bocas, se dejaban ver al mismo tiempo.
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